Empezó por romper el tabú de la prohibición y la persecución policiva  como único mecanismo para enfrentar el problema, para plantearlo como lo  que es: un tema de salud pública en donde la dignidad del ser humano,  la del adicto, está en juego y hay que respetarla. Con base en este  diagnóstico Petro se convirtió en el primer gobernante en atreverse a  aplicar el mandato de la Ley 1655 de 2012, que abre la posibilidad de tratar al drogadicto como a  un enfermo y no como a un delincuente.