Diez años 'pillando' heroína legal, segura y gratuita en el hospital

  • Este mes se cumplen 10 años del primer y único ensayo español de dispensación hospitalaria de heroína, realizado en 2003 en Granada y con 68 toxicómanos.
  • Algunos se ganaron el derecho de por vida a "un uso compasivo" de la droga.
  • Miguel Ángel y Sonia se reengancharon a la vida gracias a la prescripción médica.
  • Los investigadores creen que el programa debió llegar a más ciudades españolas.
Pedro y Javi, dos integrantes del programa de prescripción de heroína por vía intravenosa de Granada, que ahora cumple diez años.
Pedro y Javi, dos integrantes del programa de prescripción de heroína por vía intravenosa de Granada, que ahora cumple diez años.
Pedro y Javi, dos integrantes del programa de prescripción de heroína por vía intravenosa de Granada, que ahora cumple diez años.

Vienen a por su dosis de la mañana. Entran en una sala esterilizada del Hospital Virgen de las Nieves. Se inyectan heroína en vena. Reposan 20 minutos y se marchan. Esto no es Suiza, sino Granada, y ellos son una veintena de toxicómanos del grupo reclutado hace diez años para el primer, y único, ensayo español de dispensación hospitalaria de heroína.

Con el chute puesto, Miguel Ángel, de 49 años, sale a la calle en busca de aluminio que revender y comida para reciclar. Sonia (nombre ficticio), de 43 años, se marcha a su puesto de auxiliar de puericultura. A mediodía ambos volverán al sótano del hospital a ponerse otra inyección de heroína y a por una ración de metadona para tomársela por la noche en sus casas, que el centro médico cierra.

El director del estudio con heroína intravenosa realizado entre agosto de 2003 y noviembre de 2004,  Joan Carles March, todavía se cruza con toxicómanos rescatados por el programa. Y aún le dan las gracias por salvarles la vida. Para March, esa es la mejor prueba de que no erraron sus conclusiones: la prescripción de heroína inyectada funciona mejor que la metadona oral en drogadictos con graves problemas sanitarios y de exclusión social. "La heroína es un medicamento muy completo y fácil de administrar", defiende.

Un programa que funcionó, pero no se exportó

Joan Carles se encuentra a menudo con Miguel Ángel, que se cruzó con el 'jaco' a los 26 años, cuando su mejor amigo le pidió que lo probaran juntos. "Serán solo 1.000 pelas", le dijo. "A mí no me gustaban los yonkis y acabé siendo un yonki de mierda hasta arriba", recuerda. Antes de apuntarse al ensayo con heroína legal, Miguel Ángel se gastaba en un día el equivalente a 20.000 pesetas en droga. "Eran treinta pinchazos en los brazos ¡Y me dormía con ganas de más!". Hoy, dos inyecciones y una toma de metadona le bastan para no tener ni que robar ni que mentir, sus peores recuerdos de aquellos años enganchado a la jeringa callejera.

Sonia, por su parte, se metió en el caballo "un poco por casualidad".  Su pareja consumía "y así empezó la bola". La receta de la heroína le ha devuelto una vida que califica de "normal". "Sin ella no podría estar trabajando de lo que estudié, tendría que estar todo el día buscando dinero".  Ha pasado de pedir, aparcar coches, robar y  ponerse a ir al hospital, trabajar, echar una siesta, sacar a la perra y estar con su  pareja.

Diez años atrás nadie daba un duro por ellos. Pero aquí siguen. Vivos. Aunque enganchados a su dosis de heroína. Miguel Ángel está a punto dejarla del todo, eso dicen sus médicos. Sonia aún no ve que haya llegado su momento. "No veo mayor aliciente. Llevo una dosis bajita y la heroína así tomada no es nociva a largo plazo. Si no, no nos la darían".

Los responsables del estudio insisten en que el objetivo no era que la gente abandonara la droga, sino mejorar la calidad de vida de los adictos. Permitirles vivir en condiciones humanas. "De hecho, pasaron de estar tirados en la calle comiendo piedras a sentirse con autoestima suficiente para buscar trabajo". Ayudó que les arreglaran la boca, les dieran cursillos de informática, y recibieran asistencia médica y psicólogica.

Reclutar voluntarios no fue fácil

El ensayo afrontó grandes obstáculos y reticencias. Ya antes de arrancar cundió el miedo a que Granada se convirtiera en el paraíso de yonkis en busca del maná de una heroína legal y diez veces mejor que la que se vendía en calle. Pero no fue así. Bien lo sabe Manolo Romero, el responsable de captación del proyecto, que tuvo que trillarse noche y día la ciudad al volante de su Wolkswaggen rojo para reclutar a drogadictos voluntarios. "Entonces había unas 1.200 personas que podían encajar en el programa, pero muchos no cumplían las exigencias (varios intentos de desintoxicación infructuosos, antecedentes penales, y enfermedades infectocontagiosas). Algunos se murieron en el camino, otros ingresaron en prisión o, llegado el momento, les entró pánico y lo rechazaron", recuerda.

Al final quedaron 68 personas. Los heroinómanos que estaban en peores condiciones. Viviendo en la calle o en casas abandonadas. Como 'zombies'. Tenían de media 32 años. Ocho de cada diez eran hombres. Algunos habían empezado a consumir incluso con 11 años. La mayoría reutilizaba las jeringuillas. La mitad había tenido hepatitis de algún tipo y un tercio era VIH positivo. Dividieron el grupo en dos. A unos los trataron solo con metadona oral y a otros les dieron heroína. Estos últimos lograron un menor porcentaje de recaídas.

Pese al éxito de la investigación, el programa de prescripción de heroína no pudo exportarse a otras ciudades. "Y eso que en Madrid, Barcelona, en el País Vasco o en Baleares, donde la problemática con la heroína es incluso mayor que en Granada, funcionaría bien", argumenta su director. Sí lograron que la Agencia Española del Medicamento autorizara la compra de heroína a Escocia para garantizar un "uso compasivo" de por vida a los participantes del ensayo. Con algunas plazas libres, posteriormente el programa empezó a admitir nuevos adictos dispuestos a cambiar los viajes al polígono por dos visitas diarias al hospital. A penas dos o tres han dado el paso.

"El medicamento es un acierto y lo están desaprovechando"

De regreso a la cueva que habita, Miguel Ángel opina que la heroína como medicamento "es un acierto y lo están desaprovechado" por prejuicios y porque no echan bien las cuentas. "Si valorasen lo que costamos los yonkis a la sociedad en hospitales, abogados, juicios, cárceles, inseguridad y dolor a las familias, apostarían por ayudarnos", dice. "Lo notaría todo el mundo y para bien".

El responsable de reclutar a los voluntarios, Romero, asegura que estudios europeos avalan que por cada euro que la sociedad invirtiera en la prescripción de heroína, el Estado se ahorraría cien. Y, de paso, se rompería el trinomio ligado la heroína: marginación, delincuencia y muerte. Miguel Ángel ya lo ha roto. "Tengo cinco perros, el frigorífico lleno, duermo con la conciencia muy tranquila, ni delinco, ni miento y no hago nada que vaya en contra de mis principios", se despide.

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