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The Guardian en español

La legalización de la marihuana en Uruguay ha resultado ser todo un éxito

Manifestación en favor de la legalización de la marihuana en Montevideo en 2013.

Uki Goñi

Montevideo —

Una larga cola de gente espera cada tarde a las puertas de una pequeña farmacia de barrio en Montevideo. Tan pequeña que sólo pueden entrar de uno en uno. El proceso es lento, pero a la clientela, principalmente joven, no parece importarle. Esperan su turno de pie o sentados, conversando en grupos de dos o tres, a la brisa de una cálida tarde de primavera.

A la entrada, un farmacéutico pide a cada uno de ellos que pongan su huella en un escáner. El dispositivo electrónico está conectado a una base de datos gubernamental que les autorizará, o no, a su dosis semanal de 10 gramos de marihuana legal. El producto es de alta calidad, controlado por el Estado y garantiza un subidón excelente.

“En la calle, 25 gramos de marihuana te costarían 3.000 pesos, es decir, alrededor de 100 dólares [unos 85 euros] por algo que probablemente lleve una alta cantidad de pesticidas, semillas y tallos”, dice Luciano, un joven comprador al que ya le toca su turno. “Pero aquí la misma cantidad te cuesta sólo 30 dólares [unos 25 euros], con garantía de máxima calidad, y en paquetitos termosellados de cinco gramos”.

En julio de este año, la pequeña nación de Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar la venta de marihuana en todo su territorio.

“Lo más importante ha sido el cambio de paradigma”, dice Gastón Rodríguez Lepera, accionista de Symbiosis, una de las dos empresas privadas que producen marihuana para el Instituto para la Regulación y el Control del Cannabis, del gobierno uruguayo. “Uruguay se decidió al final sin mucho apoyo internacional. Dijeron que no funcionaría. Pues mira, está funcionado”.

Con una población de sólo 3,4 millones, en un pequeño territorio entre sus dos gigantes vecinos, Brasil y Argentina (con poblaciones de 208 y 43 millones respectivamente), Uruguay lleva mucho tiempo estando a la vanguardia de las políticas progresistas no sólo en Sudamérica sino a nivel mundial.

Una ley del divorcio que permite a las mujeres separarse de sus maridos simplemente pidiendo permiso en un juzgado se aprobó ya en 1913. El aborto se legalizó en 2012, siendo Uruguay el único país latinoamericano en hacerlo junto con Cuba.

El temperamento progresista de Uruguay se debe en parte a una separación clara entre Iglesia y Estado en una región donde la Iglesia católica sigue siendo dominante. En el calendario oficial de vacaciones no aparece el día de Navidad como tal. La mayoría de los uruguayos se refiere a ese día con la denominación  escogida por el gobierno: día familiar. La semana de Pascua se denomina semana del turismo.

La decisión de aventurarse al mercado de la marihuana legal no ha llegado sin obstáculos. Principalmente por parte de la mayoría de farmacéuticos, que opusieron resistencia a actuar como proveedores de marihuana para uso recreativo (la marihuana medicinal sigue siendo ilegal en Uruguay).

Sólo 12 de las 1.100 farmacias del país se han dado de alta para suministrar marihuana a los 17.391 consumidores registrados en el sistema del gobierno, lo cual explica la larga cola en la pequeña farmacia de Montevideo.

El bajo precio del producto y los escasos márgenes de beneficio explican las reticencias de las farmacias. “Pero el principal problema es que los bancos han amenazado con cerrar las cuentas de las farmacias que vendan marihuana en Montevideo”, dice uno de los farmacéuticos que vende marihuana en Montevideo pero que no quiere revelar su nombre por miedo a la intervención deu banco.

Aunque la venta de marihuana se ha legalizado en varios estados de Estados Unidos, sigue siendo ilegal a nivel federal, provocando que la mayoría de bancos no quiera llevar cuentas relacionadas con la venta de marihuana en ninguna parte del mundo. Incluso ahora que las ventas se han legalizado por completo en Uruguay, el miedo a meterse en problemas con las autoridades federales estadounidenses es real.

“El problema con los bancos fue una complicación imprevista”, dice Eduardo Blasina, presidente del museo del cannabis en Montevideo, ubicado en una casa antigua en el artístico distrito de Palermo en la capital uruguaya. “Pero estos baches acabarán allanándose”.

En sus inicios, la potencia de la primera marihuana legal no pudo satisfacer a los consumidores. “El gobierno cometió un error porque el primer lote que lanzó al mercado en julio tenía sólo un 2% de THC”, dice Blasina.

THC, o tetrahidrocannabinal, es el principal psicoactivo de los componentes del cannabis. Es mucho más bajo que los niveles encontrados en el cannabis para uso recreativo en estados como Colorado.

“El gobierno captó el mensaje rápidamente y aumentó el nivel a un 9% de THC”, dice el farmacéutico de Montevideo. Consumidor él mismo, añade: “Lo he probado y te puedo asegurar que aporta una experiencia de lo más satisfactoria”.

Para aquellos que prefieran no comprar su marihuana legal en una farmacia, la ley uruguaya permite a los consumidores a cultivar marihuana en sus propias casas (hasta seis plantas) o a hacerse socios de “asociaciones cannábicas” privadas con un máximo de 45 miembros que tienen permitido sacar un máximo de 40 gramos al mes de la cosecha de la asociación.

“La transformación de los consumidores ha sido increíble”, dice Blasina. “Han pasado de comprar un producto de baja calidad a vendedores en la calle a convertirse en expertos gourmet que compiten con las cosechas de sus asociaciones”.

Seguros de que los farmacéuticos acabarán encontrando una forma de esquivar la negativa de los bancos a llevar sus cuentas, Blasina está más preocupado por la prohibición de venta a visitantes extranjeros en un país en el que el turismo va en aumento, en parte debido a las hermosas playas uruguayas, pero también por su reputación como oasis progresista en Sudamérica.

“Los turistas llegan esperando disfrutar de la libertad de uno de los países más progresistas del mundo, así que se sienten defraudados cuando descubren que no pueden comprar marihuana legal”, dice Blasina. “Acaban comprando en la calle, que contradice el objetivo principal de la ley, dejar a los traficantes sin negocio”.

Blasina y otros han empezado a presionar al gobierno para que se selle el pasaporte de los turistas permitiendo que compren una pequeña cantidad de marihuana durante su estancia. “Este verano llegará un número récord de visitantes y, ¿qué les dirán? ¿Que no pueden fumar?”, dice el farmacéutico.

Sin embargo, hay formas de esquivar el problema. “La calidad de la marihuana es tan alta que los 40 gramos permitidos por el gobierno exceden lo que puedo fumar yo solo”, dice un uruguayo que trabaja con los extranjeros que viajan aquí. “Así que siempre tengo suficiente para compartir con los visitantes”.

Traducido por Marina Leiva

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