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La marihuana como medicina alternativa

Organizaciones civiles usan cannabis con fines terapéuticos

Sally Palomino
Paulina Bobadilla, junto a su hija Javiera.
Paulina Bobadilla, junto a su hija Javiera.

“Yo no tengo nada más qué ofrecerle”, dijo el médico a Natalia Tangarife. Fue el punto final a un camino que duró casi tres años y que significó que su hijo Jacobo, hoy de cuatro años, pasara sus primeros momentos de vida tomando pastillas (más de seis al día) y de convulsión en convulsión (40 en menos de 24 horas).

A Jacobo le diagnosticaron epilepsia y la medicina tradicional parecía haberse quedado corta para su tratamiento. La frase del médico, que fue más una sentencia, motivó a Natalia a buscar otros caminos. Las pastillas ya no daban resultados y, por el contrario, el estado de su hijo empeoraba. No dormía bien, era agresivo y “permanecía aislado, como en otro mundo”, cuenta su mamá, una colombiana que hoy lidera la Fundación Cultivando Esperanza. Una organización que promueve el uso de la marihuana con fines terapéuticos. Tras un proceso de destilación, toman la resina de la planta, la mezclan con aceite de oliva y se la suministran a sus hijos en gotas debajo de la lengua.

En el Congreso de Colombia se debate una propuesta para que sea regulado el uso de la marihuana con fines medicinales 

El caso de Jacobo es uno de los más de 60 que en Colombia conforman esta fundación, que apoya el proyecto que se tramita en el Congreso para regular la marihuana medicinal. Ven como ejemplo a seguir la reciente decisión de Puerto Rico, que tras una orden ejecutiva legalizó el uso de la marihuana para fines medicinales. La isla entró así a formar parte de la lista de los países en los que se ha aprobado su uso y en la que figura Estados Unidos, Canadá, Holanda, República Checa, Uruguay e Israel. Y, aunque el debate está abierto en América Latina, poco se ha avanzado.

Según un informe presentado en junio del 2014 por el Comité de expertos en drogodependencia de la Organización Mundial de la Salud, durante las últimas dos décadas el uso médico de la marihuana ha aumentado de forma considerable. En países latinoamericanos han crecido, la mayoría sin éxito, iniciativas legislativas que intentan que se legalice y en otros casos que se regule el uso de la marihuana con estos fines.

En Colombia está en curso en el Congreso un proyecto de ley que busca reglamentar el uso de la marihuana medicinal, que ya está permitido. El vacío legal que existe frente a cómo aplicarlo, en qué cantidades y quién debe proveer la sustancia ha impedido que cientos de pacientes puedan tener acceso su uso.

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En México, aunque se han planteado propuestas para la despenalización de la marihuana, tanto en la Asamblea Legislativa de Ciudad de México como en el Senado y en el Congreso, no se ha aprobado su uso.

No entiendo cómo hay legisladores que no quieren luchar por la vida, que valoran más los prejuicios sobre la marihuana” Paulina Bobadilla, líder de la organización Mamá cultiva

En Brasil la justicia decidió el año pasado permitir que una paciente usara un fármaco que contaba entre sus componentes con uno procedente de la marihuana. Aunque se trató de un caso puntual, abrió el debate. En Argentina el tema tampoco ha trascendido desde la legislación. Este año se realizarán ensayos clínicos en la Universidad de la Plata para evaluar el uso médico de la marihuana. En Chile se discute el proyecto que busca modificar la ley sobre tráfico de estupefacientes. El objetivo es legalizar el autocultivo y despenalizar la venta y el cultivo para fines médicos. Y fue allí donde nació el movimiento de mamás que en América Latina desafiaron a la ley para usar el cannabis.

Paulina Bobadilla, líder de la organización Mamá cultiva, cuenta cómo dejó de lado las creencias que hay frente al tema para tratar la enfermedad de su hija Javiera. “A los ocho meses de nacida descubrimos que algo andaba mal en su salud. Con una resonancia, se detectó que tenía esclerosis tuberosa, lo que entre otros malestares, le generaba convulsiones”. Desde entonces y durante cinco años, Javiera estuvo medicada. “Probamos al menos cinco anticonvulsionantes, pero le causaban efectos secundarios: nos agredía, se hacía daño ella misma, empeoraron los problemas de visión. Su estado solo mejoró cuando le empezamos a dar gotas”.

En todo el país hay 300 personas que se han unido a esta organización. “No entiendo cómo hay legisladores que no quieren luchar por la vida, que valoran más los prejuicios sobre la marihuana que los beneficios de su buen uso”, dice Paulina Bobadilla, que a pesar de desafiar las leyes, que parecen estar en su contra vive con la satisfacción de ver que su hija está mejor.

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Sobre la firma

Sally Palomino
Redactora de EL PAÍS América desde Bogotá. Ha sido reportera de la revista 'Semana' en su formato digital y editora web del diario 'El Tiempo'. Su trabajo periodístico se ha concentrado en temas sobre violencia de género, conflicto armado y derechos humanos.

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