Si no hay trabajo, ni una industria que les genere empleos, es difícil salir adelante. Por eso la gente en la Sierra Madre occidental de México ha dejado de sembrar mariguana — a pesar de los signos de la civilización que se acercan con el pavimento y los cables conductores de energía eléctrica —, el único producto cuya venta es segura. Y no hay edades para ir a sembrar mariguana; lo mismo va un niño de ocho años que un adulto de 60, aun cuando el cultivo del enervante no es fácil.