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El Ámsterdam soleado

El ‘boom’ de los clubes de cannabis en Barcelona convierte a la ciudad en uno de los destinos de referencia entre los fumadores Salud prepara una “regulación de buenas prácticas” de los clubes

Sede de la asociación de fumadores de cannabis Airam.
Sede de la asociación de fumadores de cannabis Airam.CONSUELO BAUTISTA

“El tema de los clubes de cannabis se ha desmadrado”. No es la policía quien dice esto sino Jaume Xaus, el portavoz de la Federación de Asociaciones de Usuarios de Cannabis. La proliferación de estos clubes en Barcelona durante los últimos dos años (en 2011 había unos 40, ahora se estima que hay más 200) ha convertido a la ciudad en uno de los destinos favoritos. Entre los fumadores extranjeros ya se recomienda ir antes a Barcelona que a Ámsterdam: mejor clima, mejor precio y misma calidad. Webehigh.com, el portal de referencia para que los viajeros conozcan la aceptación legal del cannabis, le otorga cinco puntos, el máximo, a Barcelona. Un punto significa que el cannabis es ilegal y está muy mal visto. Cinco, que es virtualmente legal.

El requisito de acceso a estos clubes de cannabis, a los que solo se puede entrar si te avala alguien que ya es socio, ha hecho florecer en Barcelona —sobre todo en Ciutat Vella— un negocio paralelo: ciudadanos que se lucran facilitando el acceso a estos clubs a los turistas. Empresas como Greenland — “tu guía personal en el mundo de las asociaciones de marihuana en Barcelona”— o Botwin —“la primera empresa turística en Europa especializada en cannabis”— se añaden a los cientos de particulares que en foros y páginas extranjeras ofrecen sus servicios para introducir a los turistas en estos clubes. Otras asociaciones de fumadores directamente reparten flyers en La Rambla ofreciendo un “pase de día” a los turistas, u optan por pagar una comisión a los comerciantes de alrededor de su local por cada persona que introduzcan.

Juan (nombre ficticio) descuelga el teléfono en inglés. Después de constatar que al otro lado del teléfono no hay ningún extranjero, cambia al castellano. Hace dos meses que puso en marcha su agencia de turismo cannábico y no le va mal. A pesar de que la mayoría de los esfuerzos durante estos meses los ha dedicado a establecer convenios con los clubes, hacer contactos y diseñar una web, ya ha ganado unos 1.000 euros. “Los clubes me pagan entre 10 y 15 euros por socio”, explica sentado en el bar de la facultad de Geografía de la UB, “yo al turista no le cobro nada”. Juan montó su propio club de fumadores de cannabis hace un par de años. Después de ver a gente que se ganaba la vida trayendo a turistas a su local y cansado del riesgo que suponía la falta de regulación de las asociaciones, decidió cambiar de negocio. “No creo que me pueda pasar nada”, explica, “simplemente avalo a un socio para entrar a formar parte de una asociación y la información que divulgo es pública”.

El auge del negocio de la marihuana en Barcelona ha despertado el interés de cultivadores extranjeros, que han escogido Barcelona como su base de operaciones. En el sector aseguran que detrás de algunos clubes de cannabis de la ciudad están los grandes coffee shops y bancos de semillas holandeses.

Las mismas fuentes aseguran que departamento de Salud de la Generalitat es consciente del problema. Más allá del anuncio del Ayuntamiento de Barcelona de que se regularán mediante ordenanzas municipales algunos aspectos de estos locales —uso, edad de acceso, distancia respecto a colegios, salidas de humos…— Salud está preparando una “propuesta de regulación de buenas prácticas” junto al resto de partidos, que se presentará en el Parlament entre febrero y marzo de 2014, según fuentes cercanas a las negociaciones. La propuesta, que aún se está debatiendo, incluye un máximo de socios para cada asociación —entre 400 y 600—, restricción de acceso por edad —si 18 o 21 años— así como diversos requisitos de transparencia para mantener estos clubes alejados del “entorno lucrativo”.

Estos requisitos de transparencia contemplarían que el ingreso de la cuota mensual de los socios se haga de manera telemática (ahora la mayoría cobra en metálico) y se establecería un protocolo de evaluación de los cultivos para que se pueda cotejar la capacidad de producción con la demanda existente en cada asociación, para evitar excedentes que puedan acabar en el mercado negro. La propuesta incluso podría abordar un protocolo de transporte de la marihuana desde el cultivo hasta la asociación, si bien este aspecto invadiría competencias estatales. Salud también está dispuesto a acabar con el turismo cannábico y estudia limitar el acceso a estos locales a los ciudadanos empadronados en Cataluña.

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Durante estos años ha existido cierta discrepancia entre Mossos d’Esquadra, partidarios de intervenir en las asociaciones, y Fiscalía, que consideraba que debía prevalecer el derecho de asociación y que solo había que entrar en los clubes si había indicio de delito. El criterio del Ministerio Público, sin embargo, ha cambiado en los últimos meses. El Registro de asociaciones tiene orden de Fiscalía de derivarle cualquier solicitud que incluya un cultivo de cannabis, pero la mayoría de solicitudes del último año están paralizadas esperando su aprobación.

El portavoz de la Federación de Usuarios de Cannabis reconoce que hay asociaciones que se han extralimitado en sus funciones y han pisado” su “modelo de buena praxis” de pequeños clubes sin fines comerciales. Admite, sin embargo, que la proliferación de clubes de cannabis de todo tipo ha sido determinante para que las autoridades se decidan de una vez a regular su situación, algo que ellos vienen pidiendo desde hace más de 10 años.

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