Petro y su política de drogas: ¿Podremos reescribir la historia del cannabis?

De una manera u otra, este cambio en la política de drogas, del prohibicionismo al uso regulado con diferentes fines de las sustancias psicoactivas, se ha evidenciado en la manera como diferentes naciones han tratado el cannabis en esta última década.

Paola Cubillos*
12 de agosto de 2022 - 12:47 a. m.
La parada la dio Uruguay en el 2013 legalizando el cannabis para uso tanto adulto – anteriormente denominado “recreativo”- y médico.
La parada la dio Uruguay en el 2013 legalizando el cannabis para uso tanto adulto – anteriormente denominado “recreativo”- y médico.
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA

* M.D, N.D

En este punto de la historia colombiana no debe ser extraño para nadie que el nuevo Presidente de la República haya dedicado una gran parte de su discurso inaugural a tratar el tema de la política antidrogas en nuestro país e internacionalmente, citando cifras y ejemplos, además de solicitar la cooperación internacional para darle un giro de 180 grados a lo que ya todo el mundo conoce como la “fallida guerra contra las drogas”. (Vea este especial de Marihuana en el norte del Cauca)

Gustavo Petro, alejándose de su discurso preparado, dijo: “Que nos quieren apoyar en la paz, nos dicen, una y otra vez, en todos los discursos. Pues cambien la política de drogas que está en sus manos, en el poder mundial, en las Naciones Unidas, el poder hacerlo”. Este es un claro y contundente llamado a que las naciones hagan su parte en cambiar tanto sus políticas locales como los tratados internacionales, y así reducir el cruento y violento impacto que el prohibicionismo ha tenido en países productores como el nuestro.

De una manera u otra, este cambio en la política de drogas, del prohibicionismo al uso regulado con diferentes fines de las sustancias psicoactivas, se ha evidenciado en la manera como diferentes naciones han tratado el cannabis en esta última década. La parada la dio Uruguay en el 2013 legalizando el cannabis para uso tanto adulto – anteriormente denominado “recreativo”- y médico. Canadá hizo lo suyo en 2018, y en estos últimos años 21 estados de EE. UU han regulado el cannabis con fines no médicos, atendiendo las solicitudes de los votantes de instaurar leyes para el cannabis con enfoque en la justicia social y el desarrollo económico, principalmente. En la actualidad, el gobierno alemán está en discusiones para plantear una futura política de cannabis de uso adulto centrada en la salud pública y la disminución del mercado ilegal.

Todos estos estados y naciones han creado una robusta industria local para satisfacer con bastante comodidad las necesidades de sus ciudadanos, y en algunos casos, como en Canadá, California y Oregón, creando unos escenarios de sobreproducción y acumulación de inventario que han hecho que los precios del gramo de cannabis caigan vertiginosamente. Ninguna jurisdicción donde el cannabis de uso adulto es legal en estos momentos necesita importar cannabis para suplir la demanda. Adicionalmente, las actuales convenciones internacionales prohíben el movimiento de materia prima proveniente de la planta del cannabis que no sea con fines médicos o científicos entre países. Hasta que estas últimas no cambien, tal y como lo anotó el presidente Petro, es poco probable que se pueda establecer el comercio internacional. (Puede leer: Las puertas que se quieren abrir a la marihuana en el Congreso)

Un área de mayor movimiento en el giro de la política de drogas ha sido en la aceptación del cannabis y sus derivados como herramientas terapéuticas para el posible tratamiento de una variedad de enfermedades. 47 naciones alrededor del mundo, y la gran mayoría de los estados en EE. UU, han legalizado el cannabis con fines médicos. En Latinoamérica, además de Colombia, México, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil cuentan con leyes de cannabis medicinal, con diferentes enfoques y esquemas regulatorios. Fuera de Uruguay, ningún otro país ha hecho tanto énfasis en los aspectos productivos como Colombia.

En semanas pasadas, El Espectador hizo una excelente radiografía sobre el estado actual y los retos de la industria del cannabis de uso médico, científico e industrial en Colombia. Aunque los avances del sector del cannabis medicinal no han logrado satisfacer adecuadamente las necesidades de todos los actores, existen posibilidades para que un país con una grande capacidad instalada, un robusto esquema regulatorio, y un sistema de salud con amplia cobertura como Colombia afiance su liderazgo en la materia y pueda reescribir exitosamente una parte de la historia del cannabis.

Según datos del Ministerio de Justicia, hasta abril del 2022, se han otorgado 2085 licencias de cultivo de plantas psicoactivas (846 en total) y no psicoactivas (1239), y hasta enero de 2022, el Ministerio de Salud había otorgado 674 licencias de fabricación de derivados de cannabis. A pesar de esta gran capacidad productora, solo 10 centrales de mezclas están habilitadas para la dispensación de preparaciones magistrales de cannabis y las cuales representan el principal método de formulación para el tratamiento de pacientes colombianos, y solo existen 2 medicamentos registrados en el Invima basados en cannabis: uno de origen colombiano y otro de origen inglés.

Los avances del sector del cannabis medicinal han sido tímidos, y sus retos son multifactoriales: por un lado, los derivados del cannabis no cuentan con un respaldo científico robusto como lo pueden tener otros medicamentos, lo que obstaculiza su adopción por parte de médicos y su incorporación en guías de práctica clínica. Los médicos y otros profesionales de la salud no reciben una educación sobre los potenciales clínicos de los cannabinoides ni en pregrado ni en postgrado, y solamente la adquieren mediante diplomados que buscan de manera independiente y que suelen ser costosos.

Adicionalmente, aunque todos los derivados del cannabis quedaron incluidos en el Plan Básico de Salud desde enero de 2022, no todas las EPS están dispuestas o interesadas en cubrirlas para sus pacientes, dada la gran incertidumbre con respecto a su costo-efectividad, lo que dificulta el acceso a estos tratamientos para la mayoría de los colombianos. Por último, existe un gran mercado de productos ilegales fraudulentos a los que los pacientes pueden recurrir, y aún no se ha educado al consumidor lo suficiente a reconocer los riesgos de estos productos. (Le puede interesar: La marihuana que ilumina las montañas del norte del Cauca)

La situación alrededor del mundo es similar; aunque se han generado grandes expectativas, los tratamientos basados en cannabis no han sido aceptados abiertamente por organizaciones médicas y científicas, y no son cubiertos ampliamente por las aseguradoras, principalmente debido a la falta de evidencia científica. Algunas guías de práctica clínica para médicos ubican a los cannabinoides como medicamentos de tercera línea cuando el paciente ha agotado otros tratamientos farmacológicos en los contextos de dolor crónico y cuidados paliativos, y organizaciones científicas se han negado a respaldar su uso por fuera de estudios clínicos.

Es claro, entonces, que el elemento clave para el avance del sector del cannabis medicinal, es la investigación clínica para validar los múltiples potenciales que se han propuesto que los componentes de la planta del cannabis poseen y ampliar los limitados usos actuales. Mediante la generación de evidencia científica a partir de estudios clínicos con la metodología adecuada se pueden sobrepasar las barreras identificadas por los médicos y otros profesionales de la salud para la adopción ya reportadas en una gran variedad de estudios de percepción, y se puede facilitar su cobertura por parte de los diferentes planes de beneficios.

Colombia, como un importante país productor interesado en penetrar grandes mercados médicos como Brasil, donde eventualmente se exigirá evidencia científica para el registro de productos basados en cannabinoides, puede convertirse en una potencia en generación de conocimiento en esta nueva área terapéutica, y superar el papel de productor de materia prima y dar un valor agregado a su producción.

Durante su discurso, el presidente Petro también mencionó que se requería una mejor articulación regional latinoamericana para enfrentar diferentes retos, desde el cambio climático, la negociación de los precios de medicamentos y la política de drogas. (Podría ver: Así se mueve el negocio de la marihuana en el norte del Cauca)

En ese orden de ideas, es posible que con el suficiente énfasis y apoyo en la investigación y desarrollo de productos de grado farmacéutico basados en cannabis, Colombia pueda suplir las necesidades de los países latinoamericanos que ya han regulado el cannabis medicinal, en particular aquellos que no tienen una industria productora desarrollada. La investigación local, que tenga en cuenta las necesidades médicas no satisfechas que compartimos con países hermanos – falta de opciones analgésicas y que mejoren la calidad de vida para pacientes con dolor crónico, por ejemplo- y realizada con pacientes con características sociales y genéticas similares, tendría un gran impacto en la región y ayudará a llenar las múltiples brechas del conocimiento.

Durante el discurso inaugural, el presidente Petro mencionó la palabra “ciencia” en varias ocasiones. La industria del cannabis medicinal es una que, impajaritablemente, requiere de un fuerte respaldo científico para seguir avanzando y cumpliendo las metas trazadas. Demostrando que el cannabis medicinal progresa responsablemente acompañado de la evidencia científica, también estaremos labrando el camino para una discusión basada en la evidencia sobre el uso adulto del cannabis, que tendría el potencial de beneficiar a muchas más comunidades afectadas por las políticas prohibicionistas que quiere cambiar Gustavo Petro. El imperativo ético de regular los diferentes usos de las sustancias psicoactivas responsablemente y basados en la evidencia científica de buena calidad es cada vez mayor. Siguiendo la ciencia podremos reescribir la historia del cannabis.

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Por Paola Cubillos*

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